La música es una ancha avenida
donde se agolpan la sangre y los sueños,
se confunden los tiempos
y el ser indiferenciado se manifiesta.
Es el retrato de la vieja intuición
comunitaria
que nos legó la genética
para nuestros ratos libres de la materia.
La melodía es un río:
El ritmo habla en sus ruidos,
En las grietas del silencio
espacio cóncavo y sutil
labrado por el artista.
En esa íntima tensión
fluye la armonía
madre de todos los ritos.
Johannes Bär
Lejos del ruido propio del mundo neo-pop, mediático, adornado, de la escena de nuevas promesas rockeras contemporánea, conocimos un grupo de músicos que todavía parecen encarnar o representar algo parecido – si se me permite la expresión- a lo esencial, pensando la esencia como lugar de lo auténtico. Anandamide es una conjunción artística que nació bajo el nombre de La tribu alrededor del año 2000, cuando los integrantes tenían tan solo 14 años, de raíz blusera al principio, para transformarse después en Anandamide y acercarse estilísticamente a expresiones originarias del rock como Led Zeppelin o Pink Floyd. Por supuesto que todo artista es hija o hijo de su tiempo y Anandamide no es la excepción: los ritmos bluseros alternan con riffs poderosos y melodía sentimental, amplios y delicados matices se desprenden de las letras no pocas veces de carga metafísica. Las letras son elementales: amor, cosmos, vida, saber, muerte, vida. Poética que se repite en los tiempos y agota los temas del arte. No falta el yo testigo de no pocas decepciones y mucho menos la sabida esperanza. El otro extremo del otro, Rayo de color, Danza sin fin, Niño errante, Nave Planetaria, son canciones que dan una idea de la claridad conceptual y la fusión de ritmos que caracterizan a la banda: folk, blues, rock, resonancias americanas originarias e influencias orientales.
No es difícil adivinar las influencias a la hora de escucharlos -- Spinetta, Los redondos, Soda Stereo, Led Zepellin, Pink Floyd, The Beatles, Santana, etc.-- aunque no menos difícil es descubrir un sonido genuino que emerge contra el facilismo de estos días. Hay una búsqueda casi barroca -- otra vez el expresionismo de los años 60 -- que intenta armonizar una fuerza bruta musical, una savia melódica de difícil compresión, con una forma clásica, búsqueda casi siempre lograda en sus canciones.
En breve estará circulando su primer disco -- le faltan unas manos de pintura en el estudio -- mientras tanto se presentarán en vivo en algunas ciudades de Buenos Aires y en esta capital. No faltará rock conceptual contagioso para atemperar el verano.
Anandamide es un vocablo proveniente del sánscrito y significa entre otras muchas cosas: estado de felicidad, goce, entusiasmo, etc. Ya más cerca de nuestro occidente acostumbrado lo encontramos traducido en el lenguaje de la ciencia: la Anandamida es un neurotransmisor o receptor que genera nuestro organismo a nivel molecular, que actúa sobre el sistema nervioso y está ligado a la actividad del placer cuando se une a algunas endorfinas. Transmisión química, material, de un estado mental, de un entusiasmo por la vía resonante. No otra cosa es esta música: un estímulo para cuerpos libres y mentes afinadas, un acontecimiento artístico duradero y que escapa por definición a estas palabras.